Mi marido dice que cada vez tardo
más en hacer la compra, y no le falta razón. Cada vez que voy al supermercado,
cojo mi bolsa (ahora te cobran por las bolsas de plástico con la excusa de que
es por el medio ambiente), mi lista de la compra y me imbuyo en la personalidad
de Miss Marple. Busco los productos
que he apuntado en mi lista y, además de comprobar el precio por kilo o por
litro de varias marcas (la crisis hace que se mire por cada euro del monedero),
me entrego a descifrar la nanoescritura de la etiqueta en la que me informan de
la composición de los alimentos. He pensado incluir una lupa entre mis útiles
para hacer la compra. Sí, sí, de esas grandes que todo lo magnifican y que me
facilitarán sobremanera mi elección.
En los últimos días, además, he
leído algún que otro estudio sobre alimentos y crece mi preocupación por
momentos. Me asombra uno de los últimos, sobre el pimentón, realizado por la OCU. En alguna de
las marcas han detectado hasta veintitrés pesticidas… ¿Qué efecto tienen sobre
nuestro cuerpo? ¿Los eliminamos con la orina o se quedan como inquilinos
molestos? Y qué decir de los componentes y colorantes de muchas de las
chucherías que les damos a los niños, ¿cómo les puede afectar en un futuro?
Hoy que estamos celebrando el Día
Mundial contra el Cáncer de Mama y en el que teorizamos por una futura vacuna,
¿no sería un gran paso conseguir alimentos más sanos?